Argumento
ACTO I.- Iglesia de Sant’Andrea della Valle, en Roma. Es un día de junio de 1800. La iglesia se halla desierta. Entra corriendo Angelotti, antiguo cónsul de la república romana, quien ha logrado huir del castillo de Sant’Angelo. Su hermana, la marquesa Attavanti, logró enviarle un mensaje según el cual hallará en esta iglesia, en la capilla privada que posee en ella la familia, un disfraz de mujer para salir de la ciudad. Angelotti busca nerviosamente la llave de la capilla a los pies de una imagen de la Virgen. La encuentra, abre la verja y se cierra por dentro.
Poco después entra el sacristán, un hombrecillo nervioso y gruñón. Ha creído oír pasos y ha supuesto que era el pintor, quien, en un ángulo de la iglesia, está acabando un cuadro que representa a la Magdalena. En este momento se oye el toque del Angelus y el sacristán, de rodillas, inicia el rezo. Precisamente entonces llega el pintor, Mario Cavaradossi, quien destapa el cuadro que está pintando para proseguir su labor. El sacristán se sorprende al ver que la Magdalena del cuadro se parece a una dama rubia y devota que el otro día pasó un buen rato rezando en aquel lugar (y que no era otra que la marquesa Attavanti, quien había venido a dejar el distraz y la llave para su hermano) y había sido pintada por Cavaradossi, atraído por su belleza.
Angelotti, creyendo desierta la iglesia, abre la verja de la capilla Cavaradossi se vuelve y lo ve, cuando lo reconoce, se muestra dispuesto a prestarle ayuda. Pero en ese momento se oye llegar a Floria Tosca, y Cavaradossi; temiendo que ella por su religiosidad pudiera acabar delatando a Angelotti si algún sacerdote se lo ordenara, ruega a Angelotti que se esconda de nuevo. Llega Tosca, convencida de haber oído a Cavaradossi hablando con una mujer y cuando él ha logrado ya casi calmarla y va a salir, repara en el retrato de la Magdalena, cosa que vuelve a encender sus celos, pues reconoce por su cabellera rubia a la Attavanti. De nuevo el pintor asegura a Tosca que no tiene motivos para estar celosa, y otra vez los dos cantan su amor. Finalmente admite que sus celos son un tormento para Cavaradossi y se va, no sin antes quedar con él en pasar la noche en la casa de campo que el pintor tiene en las afueras de Roma.
Cuando Tosca se ha ido reaparece Angelotti. Cavaradossi le aconseja que se refugie en su casa de campo, desde donde podrá tratar de abandonar los Estados Pontificios.
Entran los muchachos del coro, contentísimos porque habrá “Te Deum” de acción de gracias y cobrarán el doble. Pero su alegría es interrumpida brutalmente por la inesperada llegada del jefe de policia, Scarpia, quien les recrimina el poco respeto al lugar sagrado. Procede seguidamente, con sus esbirros, entre los cuales se halla el agente Spoletta, a registrar la capilla Attavanti, que encuentran inesperadamente abierta, y a interrogar al sacristán.
En este momento llega de nuevo Tosca, pues con motivo de la victoria habrá fiesta en el Palacio Farnese, y ella deberá cantar ante la ilustre huésped del palacio, la reina María Carolina. Por eso venía a decir a Cavaradossi que terminaría más tarde de lo previsto. Scarpia, que conoce bien a Tosca, le insinúa que el pintor se ha marchado con la dama del cuadro y Tosca, furiosa, decide ir a sorprenderlos a la casa de campo. No quería Scarpia otra cosa, y manda a Spoletta para que la siga y detenga a Angelotti si lo encuentra allí. Scarpia queda solo en la iglesia, a la que llegan fieles y niños cantores para el “Te Deum”. Un cardenal inicia la ceremonia, pero Scarpia, quien planea no sólo capturar a Angelotti sino hacer suya a Tosca, no se da cuenta hasta muy tarde de que su pasión por ella le está haciendo olvidar a Dios. Entonces se arrodilla y se une a los cánticos generales mientras baja el telón.
ACTO II.- Piso superior del palacio Farnese. Es de noche. Scarpia está cenando y reflexionando sobre el amor. “Tosca e buen talco” (“Tosca es un buen señuelo”) murmura Scarpia se reconoce incapaz de escribir versos o deshojar margaritas y quiere poseer a Tosca por la fuerza. Ordena que ésta se presente cuando termine su cantata ante la reina. Llega Spoletta con la noticia de que Angelotti no ha sido hallado, lo cual casi le cuesta la horca, pues Scarpia se enfurece. Para justificarse afirma haber detenido a Cavaradossi, lo que calma un poco a Scarpia. Este trata de interrogar al pintor con el método clásico de alternar dureza con
aparente suavidad y modales educados. El pintor no confiesa y Scarpia se dispone a hacerlo torturar cuando llega Tosca. Esta no tarda en ceder al oír los gritos del pintor, quien está siendo torturado por un verdugo y por el gendarme Sciarrone.
Tosca, con su confesión, logra que permitan ver al pintor, encontrándolo medio desmayado. Cuando el pintor vuelve en sí, se indigna ante la confesión de Tosca. Llega Sciarrone con la noticia de que Bonaparte ha vencido a los absolutistas en Marengo, y Cavaradossi, no pudiéndose contener, prorrumpe en exclamaciones de júbilo ante el próximo fin de la tiranía. Scarpia ordena que el prisionero sea preparado inmediatamente para la ejecución y se queda solo con Tosca. Usa entonces sus dotes de amenaza y persuasión para que ésta se le entregue a cambio de la vida de Cavaradossi. Tosca se resiste e invoca al Señor en una amarga reflexión religiosa:” Vissi d’arte”, pero sus ruegos y lloros son inútiles y se ve obligada a ceder: será suya, pero antes exige un salvoconducto para huir con Cavaradossi de los Estados Pontificios. Scarpia da órdenes a Spoletta para que la ejecución de Cavaradossi sea simulada, añadiendo enigmáticamente “como hicimos con el conde Palmieri”. Spoletta se va y Scarpia, seguro de su triunfo, se pone a escribir el salvoconducto.
Mientras escribe, Tosca, desesperada, se ha aproximado a la mesa donde se hallan todavía los restos de la cena de Scarpia y se apodera de un afilado cuchillo. Cuando Scarpia, (“Tosca, finalmente mía), seguro de su triunfo, se le aproxima, Tosca le clava el puñal en el pecho y asiste, entre horrorizada y exultante, a la agonía del terrible policía ante el cual ha temblado toda Roma. Después de colocar un candelabro a cada lado del cadáver y un crucifijo sobre su pecho, Tosca se aleja sigilosamente de los aposentos de Scarpia.
ACTO llI- Terraza superior del castillo de Sant’Angelo. Son las tres de la madrugada, pero se aproxima ya el día, pues estamos en junio. Se oye el canto de un pastor y, cuando empieza a clarear se oyen campanas de las iglesias de Roma. Cavaradossi, conducido por un piquete de soldados, es entregado al carcelero quien le comunica que le queda una hora de vida. El pintor, dándole un anillo como recompensa, logra que el carcelero le deje escribir una carta a Tosca; mientras lo hace, recuerda el pasado: “E lucevan le stelle” (“Y lucían las estrellas”), le embarga la emoción y enfoca un conmovido adiós a la vida.
Spoletta entra con Tosca y, según lo pactado, le permite asistir a la ejecución simulada de Cavaradossi. Los dos amantes pueden así reunirse y ver renacer su esperanza de vivir una vida tranquila en el exilio. Tosca ruega a su amante que actúe con naturalidad cuando finjan fusilarlo. Llega por fin el momento un oficial ordena a sus tropas que disparen contra Cavaradossi. Spoletta impide que el oficial de el tiro de gracia al caído y todos se alejan. Cuando se queda a solas con él, Tosca se aproxima a Cavaradossi y le insta a que se levante, pero se percata con horror de que la ejecución no ha sido simulada: el pintor yace muerto en el suelo. Apenas tiene tiempo de reaccionar cuando se oyen voces en la escalera: la muerte de Scarpia ha sido descubierta y Spoletta regresa para detener a Tosca, con la ayuda de Sciarrone. Pero Tosca no está dispuesta a caer en sus manos rápidamente se sube a la muralla del castillo y emplazando a Scarpia a encontrarse con ella ante el tribunal de Dios se lanza al vacío ante la sorpresa y el disgusto de Spoletta.